martes, 12 de enero de 2016

FACUNDO

Facundo, el toro bravo, llegó un día a este mundo,
Y siendo aún muy joven, tenía* escrito su sino.
Así esto se sentía con su mirar profundo;
Con su carácter manso; con su vivir divino.

En una ancha pradera, como un buen animal,
Facundo, sin más prisas, la vida disfrutaba;
Pues él ya conocía que no era un semental,
Y con mucha paciencia su fin él esperaba.

Bajo el sol del verano, con su porte moreno
Y su corona regia, a este rey de la Iberia,
Totalmente abstraído, tranquilo y muy sereno,
Lo enviaron*, sin aviso, camino de la feria.

Conoce su destino; no así sus semejantes,
Que tiemblan asustados y esperan su condena,
Ésa que ellos ignoran con los nervios punzantes.
Mientras, Facundo resopla y agita su cadena:

“No sufráis, mis amigos. Ya ha llegado la hora
Por la que nos trajeron a este mundo tan cruel.
Lo infesta el ser humano, que hoy en día lo mora,
Y que, porque lo puebla, se piensa que es de él**”.

Ya llegan a la plaza, la turba los espera.
Los toros son muy pocos con tanta gente junta.
Facundo no se asusta de ninguna manera:
“Son como las hormigas en una marabunta”.

Facundo está en el ruedo, bajo el azul del cielo.
Lucha con gran valía con su rival de oro**,
Que, con su larga daga, muerto lo arroja al suelo.
Facundo, sí, Facundo, Facundo fue un gran toro.

* Hay que hacer diptongo.
** Hay que hacer dialefa.

Son siete serventesios en alejandrinos, aunque la inmensa mayoría son heptasílabos, ya que puede hallarse fácilmente la cesura que separa los hemistiquios en casi todos versos compuestos.

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